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¡Qué suerte la mía!
Dos estrellas se posan
en mi cabeza,
una se ríe y canta,
la otra llora y se lamenta.
¡Qué suerte la mía!
No sé si caminar y seguir,
o parar y creer que no hay más
por lo que vivir.
¡Qué suerte la mía!
Ya no quiero sentir;
ni la tristeza ni la felicidad,
tampoco sentimientos a medias.
¡Qué suerte la mía!
No ha de cambiar.
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