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Consideré el tiempo
y no jugué más a los dados,
imaginé tu mano
extendida en los campos,
te sonrió el cielo.
Consideré mi corazón,
y no encontré razón
para olvidarte;
pero sí para extrañarte.
No, el cielo no me sonríe
ni el sol baja de su monte,
pero es hermoso tenerte
en mi mente
en el vientre
en mi alma inerte.
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