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No quiero que veas;
los restos de mi alma
en las ventiscas de enero,
donde se esparcen peor
que epidemia.
No quiero que veas;
que mi llama sea apaga
que se despedaza con tu aliento.
Tapate los ojos;
no consigas más que dos minutos
para llorar mi vuelo.
No quiero que veas;
pero sí que sientas,
que no habrá otro amor
mejor que el de este que vuela.
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