Quizá era el mar
un reflejo de la realidad
donde el sol abandona
y la luna desampara.
¿Qué era esto?
¿Una risa descarada del mundo?
Donde no hay regalos
ni existencias con sentidos.
La muerte nos giña
nos llama sin preguntar,
sin dudar de la preparación.
Los días pesan
de niños hacían cosquillas
de adultos apuñalan
de viejos nos matan.
No se puede volver
ni mandar señales
a lo que no se conoce,
a lo que sin sentido
añoramos que suceda.
Quizá era el mar
quizá era la tierra
el cielo
o la selva
que nos idiotizan
la existencia.
He visto la muerte
y el último soplo de vida,
el que sale sin esfuerzo
y el que con furor
se esconde.
Los gritos callados
las lágrimas en los pañuelos,
un centenar de vidas abrasadas
por la nieve del desamor.
Se aglomera la muerte,
la vida,
en un mismo recipiente.
No hay héroes
ni villanos despreciables.
En un chasquido,
en un soplo
y pestañeo,
se gritan las injusticias
del mundo perverso.
Quizá era el mar
un reflejo de la realidad
donde el sol abandona
y la luna desampara
o quizá no era nada.
Siento la cascada caer
por las ventanas sin seguro.
Porque aquel seguro fue quebrado
¡quebrado!
Por aquel viento del omnipotente.
El agua destila de las ventanas.
¡No era el mar!
Ni el sol
ni la luna.
¡Todo era por las ventanas!
las que no tenían limites
de desgracias.
No había reflejos
ni desdichas,
sólo son almas renegando
de lo que no tienen
de lo que envidian.
Y la cascada sigue aquí,
alborotando todo,
destruyendo mi alma,
ganándose enemigos,
riéndose de la muerte,
sacando fuerzas de las raíces
podridas por el mal tiempo.
¡Maldita sea la cascada
y la debilidad de la ventana!
Me sofoca el corazón
me detiene los dedos,
me confisca el desahogo,
me mata…
pero lo sabe
lo entiende;
porque lo escucho,
y me pide que le dé las gracias.
¡Maldita sea la cascada
y la debilidad de la ventana!
Porque me está quitando
lo que menos necesito…
una larga vida
un corazón en paz.
¡Maldita sea la cascada
y la debilidad de la ventana!
Que me hacen aceptar
que la vida no fue regalo
y que mis quejas son en vano.