Ya no quiero detestar
cómo se queda viendo el mar
la sal que se desvanecerá
en las manos sin lavar.
Ya no quiero detestar
cuando me quiebren por no rezar;
y que me castiguen sin dudar
por no profesar.
Ya no quiero detestar;
que por estar del lado del cielo
el pasto me haga cargar
una cruz que niego
por acciones y no por credo.
Ya no quiero detestar
que en la desgracia
se me acerquen
sólo por lástima.
Quizá niego mucho
y no hay comprensión;
pero ya no hay humanos
mucho menos animales
porque lo que muchos hacen
es repetición de banalidades.
Detesto y detesto
pero cuando cierro
en las noches lo ojos
no hay más control
que el del amor en mi corazón.
Que si el mundo muere
no importa
que si el mundo arde
no importa
porque había más ratos
en la que mi alma lo detestó
que mi corazón
rebozó de amor.