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De lejos, como de cerca
ante mí, he tenido bellezas
pero sólo de vista y no de tacto
porque por aspecto no les hablo.
Tan banal es la importancia
a la belleza externa
pero tan superficial
que me vuelvo en la oportunidad.
Las veo, de lejos, como de cerca
y tan difícil que la flor busque la abeja;
inalcanzable destello de hermosura
para alguien que a duras penas susurra.
De lejos, de cerca
no hay diferencia
porque sin dudas
me rechazarían.
Pero hay de más en eso
porque ante la falta de hermosura
la autenticidad se asoma.
No aporto a la hermosura
lo idiota
ni aporto a lo feo
lo sabio;
pero es mi caso.
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